De almibaradas y nocherniegas
palabras alientas el camino,
los tenues fulgores del silente
lucero que acompaña las horas
nortea tus pasos.
Asomada al nidal de las estrellas,
invierno de pámpanos,
desdibujas tu imagen
en la cañada del tiempo.
Más lejos,
tu sombra seduce
anchurosa y perenne,
en el mismo recodo del día,
los paisajes todos
y los vuelos.
Témpanos como voces
te huyen y congregan,
alimentando noches,
los ultrajes.
Sangra el plumón hiriente
buscando el tiempo
de la huida.
Incesante caminadora de almas,
quiera vuestra reverencia
harto gustar
el fresco aliento de los siglos
en la breve copa de la gracia.