martes, 13 de enero de 2009

A la diputada Montserrat Nebrera

Señora Nebrera:
Leo con estupor su último artículo: "Acentos, cantos de sirena y cuentos chinos". Y digo con estupor, porque jamás pensé que hubiera un solo político en el mundo capaz de escribir así de los políticos. Creo que mis ideas no coinciden con las suyas; no obstante, jamás me sentí tan identificado con alguien de la clase política. Si acaso, un pequeño "pero": no consigo entender cómo nadie asume un solo error en sus actuaciones, en las actuaciones de los suyos...Me parece incomprensible que los políticos, esa clase sagrada, tan capaces de consensuar sus sueldos, “sus” cosas, sean tan reacios a ofrecernos consensos en ámbitos tan vitales como la educación, mundo en el que me muevo. No comprendo cómo pueden anteponerse intereses personales o de partido a los intereses de los ciudadanos. No comprendo que los políticos se encuentren tan alejados de los ciudadanos. No comprendo que dediquen tanto tiempo a “sus” cuitas personales, a insultarse continuamente. No es eso lo que queremos los ciudadanos, no les hemos votado para eso. Les hemos votado para trabajar, para servir. No es obligatorio ser político, por lo que debíamos entender que quienes optan a ese camino es porque asumen que están al servicio de los ciudadanos. Algo bastante incomprensible cuando les vemos rodeados de tantas medidas de seguridad, desplazándose en vehículos de alta gama que pagamos todos, disfrutando de un nivel de vida bastante o muy alejado del ciudadano medio.
Hemos aceptado que, en esta democracia de listas cerradas, entre cualquiera a decirnos lo que debemos o no hacer; vivimos en un conformismo que posibilita la proliferación de cargos y más cargos con “cargo” al erario público. Cargos muy alejados de la realidad, encerrados en un mundo virtual que, gracias a la democracia, todos hemos aceptado y que a ustedes no les desagrada.
Perdone el atrevimiento. Quise entrar a su blog para leer la otra versión sobre lo que no es sino otra ridiculez de la clase política discutiendo sobre nimiedades. Y no pude contener la posibilidad de contarle a uno de ustedes lo que pienso y, creo que también, piensa una buena parte de los españoles. Porque, no se engañen, no queremos sus discursos, sus mítines, sus enredos...Queremos actuaciones a pié de calle, sin protagonismos, sin aspavientos, cada uno desde el lugar que les ha tocado.
Escribo de un tirón y no creo que me pare a repasar los errores de mi escrito. Quiero que lo vea tal cual. A mí no me ha elegido nadie para escribirla, pero creo representar a muchas personas. Y ustedes, usted lo sabe.
Me da la sensación de que la única obsesión de los políticos es alcanzar el poder, sin darse cuenta de que desde ese mismo poder, o desde la oposición, se puede hacer mucha tarea. En sus mítines solo veo ese intento de captar votos y más votos que, una vez en el poder, no deben recordar pues los programas electorales pasan a mejor vida sin que nadie, ni gobierno ni oposición, se molesten en revisar. ¿Por qué?
Los consensos, los escasos consensos, son “sus” consensos, no nuestros consensos, los que llevamos pidiendo desde hace muchos años, como el que le he citado en Educación. No sólo no nos facilitan la labor sino que, con una Ley de Educación cada cuatro años, nos impiden cada vez más realizar bien nuestra tarea. Porque nosotros, señora Nebrera, no queremos protagonismos, no queremos privilegios, no queremos poder..., solo queremos dar clase.
A juzgar por lo que se vive en nuestra sociedad, estoy convencido de que esta misma queja se la presentarán los médicos, los jueces, trabajadores de toda condición,...La situación que vive hoy España, no es culpa del Presidente del Gobierno, ni del PSOE, ni del PP. Es culpa de la negligencia de una clase política que no hemos elegido, sino que nos han obligado a elegir. Ustedes son quienes gobiernan y, por tanto, quienes tienen que dar cuenta ( no en las urnas, no nos engañemos), a los españoles de esta situación que vivimos. Pero no lo hacen, permanecen en sus puestos a pesar de tantos errores, a pesar de tantas incorrecciones, aludiendo a que las urnas serán sus jueces. Y saben que no, porque les seguiremos votando muy a nuestro pesar, cada uno según sus ideas y tratando de evitar el mal menor. No tenemos otra opción.
Insisto, la admiro por el artículo que acabo de leer. Quizá fue la cercanía de sus palabras lo que me invitó a comentarle esto. Y, aunque no sirva de nada, ahí le dejo esta sencilla reflexión que he intentado sea del todo comprensible.
Con todo respeto.