Nada más triste que alguien que se diga "vocacional" no evite caer en la rutina. Recuerdo aquel médico que decía: "Es que aquí todos los que vienen están enfermos". Ahí estamos nosotros, atendiendo a los alumnos que lo necesitan. Los demás, bien sea porque en casa disponen de una buena alimentación e higiene, bien sea por su constancia y esfuerzo, pueden ir defendiéndose por sí mismos. No, no digo que les olvidemos, pero la escuela que nos precedió tenía la manía de poner delante a los más "listos" y detrás, al final de la clase, a los más "torpes". De este modo, decían, "no molestaban".
Bien, seguimos en la rutina de dar palmaditas a los "buenos" y abandonar a los "malos". Y es que "¡En su casa no hacen nada!", "¡Los padres no colaboran!". Los padres no tienen que colaborar, somos nosotros quienes colaboramos con ellos. Ahora bien, si a pesar de todo, no existe esa colaboración, no existe adecuada alimentación e higiene, es tarea nuestra el dotar a esos alumnos de una buena salud. Lo demás es echar balones fuera en el eterno triángulo de culpar a los demás del fracaso escolar (profesorado-padres-alumnos).
Si algo he advertido en estos años es la rutina que preside nuestro sistema escolar. Las numerosas leyes no han cambiado especialmente la educación, el fracaso es cada vez mayor. Así lo dice el Informe PISA, y así lo vemos cada día en la escuela.
La Administración no parece estar por la labor, o quizá trata de administrar una realidad diferente a la existente. El profesorado está perdido, buscándose la vida y sobreviviendo en medio de este maremagnum. ¿Qué hacer? Sí, formarse. ¿Quienes se forman? ¿En base a qué? ¿Qué es la Educación Permanente? Si uno acude a los cursos programados por los CFIE´s, se encontrará con los maestros más jóvenes, muchas veces ilusionados y otras buscando puntos para un traslado. ¿Y los demás? Los demás ya lo saben todo. "¡Ya está todo inventado!" he oído más de una vez. "¡A ver quién me va a enseñar a mí después de tantos años!", dicen otros.
No hablemos de reuniones, claustros, etc., donde existe un extraño sentido de la coordinación e incluso de la democracia.
Menos mal que están los sindicatos. No sabemos para qué están, pero están. Están rellenando impresos, sí. Y una vez al año, o cada cuatro coincidiendo con las elecciones, nos visitan.
La rutina, insisto, ocupa las aulas. De una parte porque unos no tienen intención de cambiar la escuela, y otros porque "pues si ellos no se preocupan, no me voy a preocupar yo". Y adoptamos una especie de "parcheo" para ir librando el día a día, poniendo buena cara y haciendo como que "no pasa nada".
Quienes hemos tenido la suerte de disfrutar este trabajo, y aún nos empeñamos en ello cada día, miramos con incredulidad como se pasean estos espíritus (por no llamarles fantasmas), que nada aportan y poco dejan aportar. Si esto fuera una empresa privada, sería una ruina.
Mejor dicho, si esto fuera una empresa privada a lo mejor estábamos todos descargando melocotones en MercaMadrid. Sin duda, allí obtendríamos mejores resultados.