Nada me parece más absurdo que un colegio lleno de gritos. Solo en el silencio, como Da Vinci, encontraremos la inspiración. La tarea educativa ha de ser creativa, y la creación precisa de un ambiente adecuado para revelarse.Cada vez que alguien entra en un aula al grito de "¡Callaos!", recuerdo aquella anécdota de F. Delgado donde relataba la historia de un niño que a los 11 años descubrió que no se llamaba "¡Cállate!"