Si hay un niño que nos necesite especialmente, que reclame nuestra atención y ayuda más que los demás, es un niño enfermo. ¿Quién iba a pensar que una niña con cáncer linfático no iba a tener derecho a algo tan elemental, y recogido en nuestra Constitución, como la "enseñanza obligatoria y gratuita"? Me hago eco del grito de sus padres reclamando horas de clase para su hija que recibe, asómbrense, solamente 4 a la semana. ¿Por qué esa discriminación, precisamente, a una niña enferma? ¿No debiera tener, no solo más horas de clase, sino también mayor atención y posibilidades? A su enfermedad tiene que añadir la soledad, la dejadez, la desidia de unos responsables que parchean situaciones tan graves con un solo profesor para toda una provincia. Nuestro mundo al revés procura menos medios para los más débiles.