(Así lo leí, así se lo cuento).
La carta que nunca escribiré
Carta a un padre tocapelotas que, cuando su hijo suspende hasta el recreo, viene a acusarnos a los profesores de tenerle manía al niño, y a decirnos que el profesor particular le dice que no entiende los suspensos, porque el niño se lo sabe todo muy bien:
Estimado Señor XXX:
Por lo que me dice en su carta de ayer, da la impresión de que su hijo es gilipollas y usted mucho más, si cabe; pero visto lo visto creo que estamos ante un clarísimo caso de niñato malcriado que ha encontrado la manera de chantajear emocionalmente a sus papás y manejarlos a su antojo, y ustedes son tan idiotas que no solo le creen todas las tonterías a su hijo sino que además son capaces de minar la autoridad del profesor con tal de no ponerle límites su hijo. Deberian reconocer que dimitieron hace tiempo y que no estan dispuestos a asumir ningún sacrificio por la educación de su criatura.
Con eso estan consiguiendo crear una persona insegura, intolerante al fracaso, tiránica, y caprichosa.
Pero, en fin, allá ustedes, sigan consintiéndole absolutamente todo a su hijo, ninguneando a los profesores en su presencia y minando su autoridad. Eso traerá consecuencias. Asumo que seré señalado como el responsable de todo cuanto le pase al cretino de su hijo en el futuro (suspensos en el carné de conducir y desengaños amorosos incluidos), pero el problema seguirá siendo de usted. Haga algo ahora o déjeme en paz, que no tengo tiempo que perder en tonterías. Y tenga por segura una cosa: yo a su hijo le dejaré de ver (Dios mediante) dentro de cuatro o cinco años como máximo, pero usted lo va a tener en casa apalancado frente a la tele el resto de su vida. ¿A que acojona la perspectiva?
Sin embargo, lo que más me preocupa es que usted piense que yo soy igual de manejable y que su hijo piense que es capaz de manipularme tanto como a usted. La respuesta es no. A diferencia de usted, yo no soy tonto de baba ni tengo el encefalograma plano como una pista de aterrizaje.
Tengo el culo pelado de ver crios destrozar a sus familias solo por el placer de ver como se rompen, las huelo a distancia, y en este caso lamento comunicarles que su hijo apesta (los sobacos también, si, pero ahora no me refería a eso).
Así que déjenme en paz usted, su mujer, su hijo, el profesor particular de su hijo y la colección de tonterías con las que me viene asaltando desde hace seis meses. En otras palabras: VAYANSE TODOS A LA MIERDA.
Les deseo a usted una disfunción eréctil y a su señora de usted una anorgasmia permanente.
Atentamente.
La carta que nunca escribiré
Carta a un padre tocapelotas que, cuando su hijo suspende hasta el recreo, viene a acusarnos a los profesores de tenerle manía al niño, y a decirnos que el profesor particular le dice que no entiende los suspensos, porque el niño se lo sabe todo muy bien:
Estimado Señor XXX:
Por lo que me dice en su carta de ayer, da la impresión de que su hijo es gilipollas y usted mucho más, si cabe; pero visto lo visto creo que estamos ante un clarísimo caso de niñato malcriado que ha encontrado la manera de chantajear emocionalmente a sus papás y manejarlos a su antojo, y ustedes son tan idiotas que no solo le creen todas las tonterías a su hijo sino que además son capaces de minar la autoridad del profesor con tal de no ponerle límites su hijo. Deberian reconocer que dimitieron hace tiempo y que no estan dispuestos a asumir ningún sacrificio por la educación de su criatura.
Con eso estan consiguiendo crear una persona insegura, intolerante al fracaso, tiránica, y caprichosa.
Pero, en fin, allá ustedes, sigan consintiéndole absolutamente todo a su hijo, ninguneando a los profesores en su presencia y minando su autoridad. Eso traerá consecuencias. Asumo que seré señalado como el responsable de todo cuanto le pase al cretino de su hijo en el futuro (suspensos en el carné de conducir y desengaños amorosos incluidos), pero el problema seguirá siendo de usted. Haga algo ahora o déjeme en paz, que no tengo tiempo que perder en tonterías. Y tenga por segura una cosa: yo a su hijo le dejaré de ver (Dios mediante) dentro de cuatro o cinco años como máximo, pero usted lo va a tener en casa apalancado frente a la tele el resto de su vida. ¿A que acojona la perspectiva?
Sin embargo, lo que más me preocupa es que usted piense que yo soy igual de manejable y que su hijo piense que es capaz de manipularme tanto como a usted. La respuesta es no. A diferencia de usted, yo no soy tonto de baba ni tengo el encefalograma plano como una pista de aterrizaje.
Tengo el culo pelado de ver crios destrozar a sus familias solo por el placer de ver como se rompen, las huelo a distancia, y en este caso lamento comunicarles que su hijo apesta (los sobacos también, si, pero ahora no me refería a eso).
Así que déjenme en paz usted, su mujer, su hijo, el profesor particular de su hijo y la colección de tonterías con las que me viene asaltando desde hace seis meses. En otras palabras: VAYANSE TODOS A LA MIERDA.
Les deseo a usted una disfunción eréctil y a su señora de usted una anorgasmia permanente.
Atentamente.