domingo, 15 de enero de 2012

la deshumanización de la educación


En una escuela que más parecía una casona, D. Julián se las apañaba para enseñarnos los ríos y las regiones, los aeropuertos y la tabla de multiplicar. Él era el director de la escuela, el jefe de estudios, el secretario...Eso sí, por tanto empleo solamente cobraba un exiguo sueldo.
Bien es cierto, que sus métodos vistos desde la perspectiva que nos dan los tiempos y las nuevas pedagogías, no eran muy ortodoxos. Ahora bien, si queremos alimentar la polémica, bastará con recordar al lector que, mal que lo hiciera el viejo maestro, a fecha de hoy en una población de poco más de cien habitantes se cuentan, la mayoría en otros rincones, más de veinte maestros, además de empresarios, algún ingeniero...
Legislar sobre educación desde un despacho, además de ser tarea difícil, se nos antoja complejo e irreal. Así, contamos las Leyes de Educación por legislaturas, lo que sin duda obedece a intereses lejanos al ámbito educativo. La comunidad escolar se encuentra al albur del partido que gobierne. Cuando más necesario es un consenso en materia educativa, más lejos se vislumbra una ínfima posibilidad de alcanzarlo. Caballo de batalla en campaña electoral, después no da votos, la educación pertenece al reino del olvido el mismo día de celebrarse los comicios. Hay que esperar hasta cuatro años más para que la sociedad, e incluso los políticos que nos representan, tengan a bien dedicar, aún por interés partidista, unos renglones de sus mítines a la educación. El resto ya lo sabemos.
Las Comunidades Autónomas, con las competencias educativas transferidas, buscan recovecos para, a su manera, interpretar aquella Ley que se aprobó. Poco importa la singularidad de cada región, de cada provincia, para elaborar el calendario escolar, por ejemplo. Poco importa el desarrollo económico, social, para orientar el currículo a las necesidades, a la demanda. En definitiva, el mapa educativo se resume en dos colores que, ya no nos asombra, se corresponden con los de los dos partidos políticos que alternan en el poder.
Poco recorrido para los Centros, Sindicatos e incluso la propia Administración. La repetición de fórmulas, a veces descabelladas, se sucede por décadas sin que nadie ponga remedio. Y es que, esa inmovilidad la hemos asumido como algo normal; forma parte del paisaje y no hay modo de cambiarla.
No parece rece que el intento de S.M. el Rey en uno de sus mensajes navideños, incidiendo en "la necesidad de elevar la educación y preparación de nuestros jóvenes, cuyo compromiso con la sociedad es un activo insustituible.", sea estímulo para quienes no es que vivan fuera de la realidad sino que, sencillamente, viven otra realidad.
Esta democracia de listas cerradas permite la permanencia de muchas personas en cargos que bien merecen aire fresco. Eso sí, de no haber un cambio sustancial en todo el organigrama, más allá de la política, y una reforma del propio sistema educativo, casi es preferible que no se altere el modelo que todos hemos llegado a aceptar; más por resignación que por convencimiento.
Al parecer, nuevas Leyes tampoco solucionan viejos problemas. Y tampoco, quizá se pierda en el camino, consiguen plasmarse de forma eficiente en el día a día en lo que respecta a Innovación y Tecnología. La era de la comunicación está devorando viejas pedagogías, obsoletos métodos y anticuados recursos. La escuela no consigue avanzar a un ritmo demasiado ligero; la formación del profesorado no es suficiente para llegar a los nuevos mundos que se descubren cada día. Lo que ayer era última moda, hoy es pasado. Pero, si es complicado estar al día en los nuevos avances, más lo es aún compaginarlo con una educación personalizada y centrada en los valores humanos.
Es revelador el caso de una niña que, además de padecer leucemia, tiene que soportar la indiferencia de la sociedad. Cuando el artículo 27 de la Constitución nos garantiza a todos una "enseñanza obligatoria y gratuita", ella solamente recibe cuatro horas semanales de clase para avanzar en su 1º de Educación Secundaria. Algo falla.
Porque, a D. Julián se le pueden censurar sus métodos. Incluso esa fila encabezada por "el más listo de la clase" que hacía cada día. Pero jamás olvidaba en un rincón a un alumno enfermo.
Paseamos por las ciudades sorteando mendigos como si nada. Recibimos las cifras de la malaria como si nada. Y, como si nada, abandonamos a los alumnos que más nos necesitan. Eso sí, amparados por la Ley, que nos permite tranquilizar la conciencia ante semejante injusticia.
Porque esta niña sí que quiere hacer, quiere seguir estudiando, quiere seguir aprendiendo, quiere seguir viviendo desde sus 12 años este mundo, por inhumano que sea. Y, a buen seguro, que será su generación la que de una santa vez nos despierte de este letargo, donde solo importa el poder y consumir hasta el ahogo. Habrá que dar un aldabonazo en las mentes de los responsables de estos desaguisados para que salgan de sus despachos y miren cara a cara a la realidad, a la otra realidad, la que tan lejana les aparece. Aunque les duela. O no.