Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada. (G. A. Bécquer)
Sabe, si alguna vez ecos lejanos
penetran, de mi voz, tus manos tibias,
que el alma que hablar puede con las manos
también puede besar con las caricias.