sábado, 10 de mayo de 2008

per sonare

Conversando con algunos compañeros y dejando aparte que estamos inmersos en un sistema educativo penoso, hay un problema que destaca por encima de los demás.
Cuando el maestro decide que no puede luchar contra el sistema, que no puede educar sin el apoyo de los padres, que no se va a valorar
todo el tiempo que dedica a su tarea..., ha de enfrentarse al más absurdo de todos los problemas: no contar con sus propios compañeros en la tarea de educar.
Ayer, no es la primera vez, me contó una compañera cómo, observando problemas en su aula y comunicándolo a sus compañeros, estos hacen oídos sordos. Si no fuera porque lo hemos vivido en más de una ocasión, pensaríamos que estamos en un mundo de locos. Pues sí, amigo maestro vocacional, piénsatelo. Si un día te ves con un problema, prepárate porque vas a estar más solo que la una (¿o era la luna?). Los padres dirán que no eres competente, la administración mirará para otro lado y los compañeros pensarán, no se atreverán a decir, que "es tu problema". Así, sin más remedio, te lo comerás con patatas.
Y un buen día, cuando hayas asumido ese nuevo vacío en tu vocación, asumirás que tu papel no es aquel para el que te preparaste toda la vida. Y si, la carne es débil (en algunos casos tan débil que apenas pocos años de ofico les lleva a ceder), decides convertirte "en uno más", ya habrás entrado en el lado oscuro de la vida, donde se vive bien, se cobra y no se tienen problemas. Claro, que, entonces, no solo habrás dejado de ser maestro. También habrás dejado de ser persona (personare: per sonare).