domingo, 6 de febrero de 2011

el "plus" de ser profesor

El respeto en el ámbito educativo debería suponerse y, por supuesto, de todos hacia todos. Dicho lo cual, en esta profesión hay un aspecto a tener en cuenta que, posiblemente, no sea tan importante en otros trabajos. Si uno se dedica a apretar tornillos en una cadena de fabricación de automóviles, poco importa que jure en hebreo contra la chapa del vehiculo si su trabajo lo hace correctamente. Digamos, que la actitud no importa demasiado, salvo que el trabajo será más o menos gratificante para ese trabajador. Es su problema.
Pero si yo me empeño en explicar ecuaciones o subordinadas a un niño que tiene carencias de cualquier tipo, estaré perdiendo el tiempo. Si en el aula no hay un ambiente adecuado y, por supuesto, disciplina, ya puedo predicar, que caerá como voz en el desierto.
No sé si es cariño, complicidad o ganas de hacer las cosas bien, pero en este trabajo nuestro es necesario estar en la misma tarea profesorado y alumnado. Trabajamos con personas, no con máquinas, y eso es suficiente razón para añadir ese "plus" de implicación que cada uno puede calificar como quiera. Pero vamos, esto no es un descubrimiento, como no lo es el trabajo coordinado, nos guste o no. Hay otras opciones en el mundo laboral, nadie está obligado a ser profesor.

Comentarios
Yolanda dijo...
Qué razón tienes, colega... En nuestro trabajo es fundamental un trato cordial entre profesor y alumno, sin eso es imposible enseñar nada. A veces se establece una complicidad especial con los alumnos, otras hay que hacer casi el pino para conseguir un mínimo de atención. No todos los días son iguales, incluso con el mismo grupo un día estás y están más "inspirados" y otros no hay manera de aprovechar unos minutos. Tenemos que saber cambiar de rumbo sobre la marcha. Si algo no funciona hay que echar mano rápidamente de otro recurso, puede ser un juego, una adivinanza, una leyenda... A ciertas horas es imposible explicar algo importante, ni ellos ni nosotros estamos en condiciones de rendir plenamente a las cuatro de la tarde, por ejemplo. Encaje de bolillos, eso es lo que hacemos...

Un abrazo, colega.
lunes, 07 febrero, 2011
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Gracias, Yolanda.
Al parecer no todo el mundo piensa lo mismo. Tras este comentario, en el blog "Deseducativos", (tienes el enlace ahí al lado), hay una respuesta que...¡mejor míralo tú misma!
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Chari dijo...
No inventamos nada, cuando afirmamos que para que una clase funcione hay un requisito fundamental, el afecto profundo, las normas firmes, el dar a cada alumno su espacio, el respeto mutuo, la empatía profesor-alumno. Todo se traduce en el "amor montessoriano" y en todo lo preconizado por la Escuela Nueva que tanto ha influido en actuales planes educativos. Lo que pasa es que todo eso se suele olvidar y de lo que tratan algunos profesores es triste y meramente de "sobrevivir", escudándose en mil pretextos rebatibles...Cada alumno tiene su chip sensible, pero hay que tener la paciencia, hacer el esfuerzo de encontrarle para acabar conectando finalmente. Todo, entonces se hace más sencillo y la labor educativa, fascinante. La forma de llegar ahí...pues variadas.. alguna de ella ha quedado apuntada anteriormente, el trabajo coordinado, la flexibilidad de las actuaciones en función del momento,... yo aporto una de las más interesantes, a mi modesto entender,(y tantas veces obviada por múltiples motivos): las tutorías tanto a nivel grupal como individual. Es un mecanismo, además de enriquecedor para profesor y alumno, fundamental para funcionar y llenar de sentido nuestro trabajo diario en el aula.

Un saludo.
viernes, 11 febrero, 2011