(Publicado en Deseducativos)
No puedo estar más de acuerdo con su artículo, David. Ahora nos damos cuenta de que el problema no reside en uno o en otro partido, como algunos tratan de justificar, sino del sistema al que todos se apuntan y del que todos comen.
Tan es así que, como dice, esto viene de largo, lo que parece deshacer las argumentaciones que trataban de convertir a Zapatero en el culpable de todos nuestros males y, al propio tiempo, nos avisa de que la derecha no podrá hacer mucho por cambiar en 2012, en el caso de que no les toque salir otra vez al balcón de Génova a celebrar otra derrota. Ya vimos lo que hicieron en otro momento.
Por otra parte, como dice Manuel, “creo que olvidas uno de los problemas fundamentales, la muy mayoritaria aceptación por parte del profesorado (de donde debería surgir la necesidad de cambio y llevarlo a la práctica en los centros) de las reglas del juego”. Esto lo hemos evidenciado en numerosas ocasiones pero, como los “pedabobos” (expresión que alcanza el clímax de la creatividad), no nos dejan ver el bosque, no pasamos de ahí, de la palabrería. Eso cuando no viene un ilustrado a deducir que de esa expresión se deduce que los profesores somos los culpables. Pues no sé si tenemos algo de culpa, si somos parte del problema; en lo que coincido con usted es en que sí somos parte de la solución. Y, repito, nadie va a venir a sacarnos las castañas del fuego.
Ya alabé la valentía de los compañeros murcianos, sea cual fuere su reivindicación. Y sí se podría avanzar si todos estuviésemos dispuestos a secundar una protesta contra este sistema que nada favorece nuestra, cada vez más penosa educación. Para ello, en primer lugar nos tenemos que poner de acuerdo, no en si son galgos o podencos-ahí se nos van las fuerzas-, sino en lo que pretendemos, más allá de diferencias en el método particular, que ya se podrá debatir más tarde. ¿Cómo se pueden aunar fuerzas desde la verdad absoluta, desde el insulto, desde la descalificación a los pedagogos, a los que consideramos al alumno como protagonista, a los que hablan de vocación, a las que rechazan a todos los teóricos no afines a su ideología, a los que no están por mirar más allá y descubrir que hay otro mundo en educación…? ¿Es delito que se pida mayor equidad y práctica?, ¿Es delito que en el proceso de enseñanza se considere necesario empatizar con el alumno? Debe serlo cuando en lugar de rebatirlo con argumentos, hay quien se dedica a descalificar e incluso insultar por ello. ¿Qué pensarán de quien dice que “el niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a la vida? No quiero ni imaginármelo. Por menos de eso te llaman “pederasta”. ¿Qué pensarán estos “no-pedabobos” de quien sobre la educación de los niños dice que “Lo único importante es encontrar el juguete que llevan dentro”? O “Hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación”. Y “el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar”. ¿No es esto lo que llamamos “empatía”?
Igualmente, Mª Ángeles Pérez incide en lo mismo, la resignación en la que nos encontramos. Como dice, existe el miedo a protestar por las posibles represalias. Es el pago que tenemos que asumir, y ese paso nadie lo va a dar por nosotros. Los sindicatos no van a solucionarnos nada, así es que hemos de estar dispuestos a asumir riesgos. Y no creo que eso se deba hacer desde la cobardía del anonimato. Cuando un colectivo considera que está en posesión de la verdad no debe pensar en las consecuencias, sino reivindicar esa verdad y luego denunciar las represalias y amenazas. Las hemerotecas están llenas de protestas de estudiantes en los 80 e incluso en los 90; y también de los profesores. Hoy no se mueve nadie por otro, ya esté con una depresión de caballo.
Hay que decir a cada uno, al menos se les caerá la cara de vergüenza, lo que convenga en cada caso: corrupciones varias, trapicheos, liberaciones, mangoneos…Y, al mismo tiempo, actuar para ir cambiando paulatinamente el sistema.
Nadie dijo que fuera fácil ni que salga gratis, los pequeños pasos que damos son a base de grandes tortazos. Aún así, vale la pena. ¡Quien lo probó lo sabe! Quien no lo probó habla y habla y habla…pero su palabrería, como usted dice, no sale de la cantina. ¡Para ese viaje no necesitamos alforjas!
Lo dicho: ¡Gracias por el artículo, David!
No puedo estar más de acuerdo con su artículo, David. Ahora nos damos cuenta de que el problema no reside en uno o en otro partido, como algunos tratan de justificar, sino del sistema al que todos se apuntan y del que todos comen.
Tan es así que, como dice, esto viene de largo, lo que parece deshacer las argumentaciones que trataban de convertir a Zapatero en el culpable de todos nuestros males y, al propio tiempo, nos avisa de que la derecha no podrá hacer mucho por cambiar en 2012, en el caso de que no les toque salir otra vez al balcón de Génova a celebrar otra derrota. Ya vimos lo que hicieron en otro momento.
Por otra parte, como dice Manuel, “creo que olvidas uno de los problemas fundamentales, la muy mayoritaria aceptación por parte del profesorado (de donde debería surgir la necesidad de cambio y llevarlo a la práctica en los centros) de las reglas del juego”. Esto lo hemos evidenciado en numerosas ocasiones pero, como los “pedabobos” (expresión que alcanza el clímax de la creatividad), no nos dejan ver el bosque, no pasamos de ahí, de la palabrería. Eso cuando no viene un ilustrado a deducir que de esa expresión se deduce que los profesores somos los culpables. Pues no sé si tenemos algo de culpa, si somos parte del problema; en lo que coincido con usted es en que sí somos parte de la solución. Y, repito, nadie va a venir a sacarnos las castañas del fuego.
Ya alabé la valentía de los compañeros murcianos, sea cual fuere su reivindicación. Y sí se podría avanzar si todos estuviésemos dispuestos a secundar una protesta contra este sistema que nada favorece nuestra, cada vez más penosa educación. Para ello, en primer lugar nos tenemos que poner de acuerdo, no en si son galgos o podencos-ahí se nos van las fuerzas-, sino en lo que pretendemos, más allá de diferencias en el método particular, que ya se podrá debatir más tarde. ¿Cómo se pueden aunar fuerzas desde la verdad absoluta, desde el insulto, desde la descalificación a los pedagogos, a los que consideramos al alumno como protagonista, a los que hablan de vocación, a las que rechazan a todos los teóricos no afines a su ideología, a los que no están por mirar más allá y descubrir que hay otro mundo en educación…? ¿Es delito que se pida mayor equidad y práctica?, ¿Es delito que en el proceso de enseñanza se considere necesario empatizar con el alumno? Debe serlo cuando en lugar de rebatirlo con argumentos, hay quien se dedica a descalificar e incluso insultar por ello. ¿Qué pensarán de quien dice que “el niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a la vida? No quiero ni imaginármelo. Por menos de eso te llaman “pederasta”. ¿Qué pensarán estos “no-pedabobos” de quien sobre la educación de los niños dice que “Lo único importante es encontrar el juguete que llevan dentro”? O “Hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación”. Y “el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar”. ¿No es esto lo que llamamos “empatía”?
Igualmente, Mª Ángeles Pérez incide en lo mismo, la resignación en la que nos encontramos. Como dice, existe el miedo a protestar por las posibles represalias. Es el pago que tenemos que asumir, y ese paso nadie lo va a dar por nosotros. Los sindicatos no van a solucionarnos nada, así es que hemos de estar dispuestos a asumir riesgos. Y no creo que eso se deba hacer desde la cobardía del anonimato. Cuando un colectivo considera que está en posesión de la verdad no debe pensar en las consecuencias, sino reivindicar esa verdad y luego denunciar las represalias y amenazas. Las hemerotecas están llenas de protestas de estudiantes en los 80 e incluso en los 90; y también de los profesores. Hoy no se mueve nadie por otro, ya esté con una depresión de caballo.
Hay que decir a cada uno, al menos se les caerá la cara de vergüenza, lo que convenga en cada caso: corrupciones varias, trapicheos, liberaciones, mangoneos…Y, al mismo tiempo, actuar para ir cambiando paulatinamente el sistema.
Nadie dijo que fuera fácil ni que salga gratis, los pequeños pasos que damos son a base de grandes tortazos. Aún así, vale la pena. ¡Quien lo probó lo sabe! Quien no lo probó habla y habla y habla…pero su palabrería, como usted dice, no sale de la cantina. ¡Para ese viaje no necesitamos alforjas!
Lo dicho: ¡Gracias por el artículo, David!