Miriam dejó su vehículo en el taller, en tierra de nadie. Los empleados ni siquiera se habían percatado de su existencia. Era uno más en el área de "descanso" a la espera de ser reparado. Allí permanecía intentando dejarse ver. A veces parecía cambiar de lugar o de aspecto, dependiendo de cómo incidían los rayos del sol en el taller.
Su reparación le tocó en suerte a Manuel que no tardó en percibir un extraño ruido nada más ponerlo en marcha. Algo fallaba. Como en ese momento tenía a su cargo más de una docena de máquinas, no podía dedicarle más tiempo que a los demás. Todos merecían su tiempo y "para eso le pagaban", "no debía manifestar preferencias". Sin embargo, el ruido que producía el coche cada vez que alguien lo arrancaba comenzó a parecer molesto a todo el personal, especialmente a Manuel y a quienes trabajaban cerca de su área de trabajo. El ruido constante de un motor nuevo pero "tocado" empezaba a alterar su rutina y condicionaba al resto de clientes. Necesitaba cuanto antes localizar la avería para solucionar lo que se había convertido en un serio impedimento para el desarrollo de las tareas. Tomó todas sus herramientas, hizo exámenes exhaustivos y trató sin éxito de encontrar un remedio a este asunto.
Pronto se dio cuenta de que él sólo jamás podría encontrar un desenlace acertado. Así, consultó a los compañeros de áreas inmediatos al suyo. Tampoco hallaron un remedio adecuado; de hecho, el ruido era cada vez mayor. Tras realizar diferentes consultas, Manuel puso este hecho en conocimiento del ingeniero zonal. Este, pertrechado de complicados dispositivos procedió a realizar al vehículo un análisis minucioso. Dedicó varios días a este cometido. Y, como conclusión, formuló un “este vehículo produce un ruido molesto”.
Así, todo el taller asintió con esta máxima: “este vehículo produce un ruido muy molesto”.Manuel no comprendía cómo se había llegado a una conclusión que todos conocían desde un comienzo. Y en ese momento aportó un nuevo dato, hasta entonces desconocido: el ruido del vehículo era causado a una mala utilización por parte de su propietaria, Miriam.
La hizo llamar en varias ocasiones, pero aquella negó cualquier conducta nociva con su auto. Y aún más, afirmaba que el ruido que según los mecánicos, emitía su coche, ella jamás lo había percibido.
Se produjo entonces un enconado debate entre los mecánicos. Todos comenzaron a hablar, nadie escuchaba. Todos consideraron tener razón. Todos llegaban a la misma conclusión: “este vehículo produce un ruido muy molesto”.
Dadas la dimensiones que alcanzaba el hecho, el personal del taller al completo decidió reunirse para gritarle a Miriam que sí, que “tu vehículo produce un ruido muy molesto”. Y así lo hicieron. Y ya.
Su reparación le tocó en suerte a Manuel que no tardó en percibir un extraño ruido nada más ponerlo en marcha. Algo fallaba. Como en ese momento tenía a su cargo más de una docena de máquinas, no podía dedicarle más tiempo que a los demás. Todos merecían su tiempo y "para eso le pagaban", "no debía manifestar preferencias". Sin embargo, el ruido que producía el coche cada vez que alguien lo arrancaba comenzó a parecer molesto a todo el personal, especialmente a Manuel y a quienes trabajaban cerca de su área de trabajo. El ruido constante de un motor nuevo pero "tocado" empezaba a alterar su rutina y condicionaba al resto de clientes. Necesitaba cuanto antes localizar la avería para solucionar lo que se había convertido en un serio impedimento para el desarrollo de las tareas. Tomó todas sus herramientas, hizo exámenes exhaustivos y trató sin éxito de encontrar un remedio a este asunto.
Pronto se dio cuenta de que él sólo jamás podría encontrar un desenlace acertado. Así, consultó a los compañeros de áreas inmediatos al suyo. Tampoco hallaron un remedio adecuado; de hecho, el ruido era cada vez mayor. Tras realizar diferentes consultas, Manuel puso este hecho en conocimiento del ingeniero zonal. Este, pertrechado de complicados dispositivos procedió a realizar al vehículo un análisis minucioso. Dedicó varios días a este cometido. Y, como conclusión, formuló un “este vehículo produce un ruido molesto”.
Así, todo el taller asintió con esta máxima: “este vehículo produce un ruido muy molesto”.Manuel no comprendía cómo se había llegado a una conclusión que todos conocían desde un comienzo. Y en ese momento aportó un nuevo dato, hasta entonces desconocido: el ruido del vehículo era causado a una mala utilización por parte de su propietaria, Miriam.
La hizo llamar en varias ocasiones, pero aquella negó cualquier conducta nociva con su auto. Y aún más, afirmaba que el ruido que según los mecánicos, emitía su coche, ella jamás lo había percibido.
Se produjo entonces un enconado debate entre los mecánicos. Todos comenzaron a hablar, nadie escuchaba. Todos consideraron tener razón. Todos llegaban a la misma conclusión: “este vehículo produce un ruido muy molesto”.
Dadas la dimensiones que alcanzaba el hecho, el personal del taller al completo decidió reunirse para gritarle a Miriam que sí, que “tu vehículo produce un ruido muy molesto”. Y así lo hicieron. Y ya.