sábado, 19 de febrero de 2011

hay vida fuera

(Comentario en Deseducativos)
A pesar de que la red está llena de blogueros que apoyan estas premisas, agradezco que alguien, alguien más, coincida en mi visión de la educación en este foro.
Más de una vez he criticado esa enseñanza tradicional que, en pleno siglo XXI, insiste en mantener al profesor como único protagonista, dejando al alumno a su suerte. Claro que con esfuerzo y disciplina puede conseguir lo que quiera, por muy plomiza que sea la exposición del maestro. ¿Pero por qué tiene que soportar eso si se puede evitar?
No gusta leer que el protagonista es el alumno, quien en definitiva es el beneficiado o el perjudicado en esta historia. Y siendo eso así, cabe pensar que ya no vale aquello de meter contenidos en la cabeza del discente y que este, posteriormente, lo plasme con rigurosa precisión en un papel. No sabemos si esa prueba es suficiente para mostrar algo más que la posesión de una prodigiosa memoria, ni si esta actúa a corto o largo plazo, en cuyo caso, si el fin es el aprobado, habremos sembrado en terreno baldío.
¿Cómo, entonces, conocer si los contenidos, además de entendidos han sido asimilados? Evidenciándolo mediante la práctica, experimentando.
Un futuro médico puede saberse el vademécum de memoria pero, ¿qué le aporta eso sino el evitar perder unos segundos en su consulta? ¿de qué le sirve que alguien le predique bondades sobre la cirugía si no ha tenido oportunidad de practicar por sí mismo?
¿Se puede hacer un postgrado sin tomar un solo apunte? Sí, yo lo he hecho. Claro, que para eso hay que estar dispuesto a abrir un poquito la mente y creer que hay vida más allá de la enseñanza tradicional. ¿Cuál es, entonces, el procedimiento? Lo dicho, experimentar y vivenciar al tiempo que se aprende, algo para lo que nuestra escuela aún no está preparada porque esas palabras suenan lejanas o peor, casi agresivas, basadas en “ideología progre”, ideada por “psicopedabobos”, que nos sitúan en el “fascismo”, bajo la presión “inquisitorial”, sometidos a las peores de las torturas. Esto, solo por mostrar algunas de las perlas que, quienes carecen de argumentos, dedican a quienes, ¿qué delito cometemos?, creemos en una educación no estancada en modelos tradicionales. Y por supuesto evitando expresiones como “empatizar con el alumno”, tan defendida en la inmensa mayoría de los foros educativos pero que aquí nos ha valido el calificativo de “pederasta”. En fin, poco se puede avanzar si todo lo que se arguye es descalificar e insultar a quien aporta algo más que la eterna cantinela de que los malos siempre son los demás.
Como bien dices, hay que adaptar la educación a los tiempos y a las nuevas necesidades demandadas; lejos de las del siglo pasado, que en su momento sí podrían tener sentido, pero eso no es argumento para mantenerlas por los siglos. El hombre de las cavernas estaba feliz allí dentro, lejos de peligros y protegido de las inclemencias meteorológicas. Menos mal que un día decidió salir a tomar el aire, abrir su mente y arriesgarse a sobrevivir en otros medios. ¡Y no le salió gratis, pero valió la pena! Lo mismo que aquel loco que se atrevió a mirar un poco más allá de Finisterre, o el otro que se enfrentó a la iglesia con la ciencia en la mano.
Hay vida más allá de la caverna pero, para descubrirla, hay que estar dispuesto a reconocer que nadie está en posesión de la verdad absoluta y, menos aún, atacar a quien aporta su verdad relativa por sorprendente que parezca.
“Involúcrame y lo aprenderé”. Esa es la clave.
Saludos.

Comentarios
Fernando dijo...
Muy buena reflexión Javi, totalmente de acuerdo contigo, hay que involucrarlos y despertar su interés. Somos la generación con más medios y estamos muy preparados, podemos hacerlo, sólo hay que querer

Raquel Vadillo Sierra dijo...
Tú lo has dicho. ;-)