Los Magos llegaron tarde pero generosos. Junto a la chimenea, mimada por el calor de las brasas, estaba Lena: una muñeca de ojos de esmeralda y dorados tirabuzones. Más que de una noche de reyes, parecía sacada de un cuento de Andersen , Hoffmann o Carroll. Bien podría haber sido la princesa Pirlipat en "Cascanueces", o la protagonista de "Alicia". Andersen, sin embargo, jamás hubiera imaginado así uno de sus personajes, por razones que él, ella y yo conocemos. Lena, es la muñeca ideal, llora - siempre a solas -, anda, canta, va al cine, al teatro, y habla, habla más que come. Y con las debidas licencias y respeto, diría mi amigo Andrés, "come más que un camposanto". A simple vista no tiene ningún defecto, parece que la hubieran tomado de modelo para la inmensa pasarela del día 6 de enero, o de cabecera de góndola en cualquier tienda de juguetes en las fechas inmediatas.Como uno sabe guardar las formas que han honrado a los numerosos caballeros que en nuestra historia han sido, no se va extender en la inmensa pléyade de defectos que la adornan y que, irremediablemente, la definen como única e irrepetible.
En el mismo momento en que sus majestades la regalaron a la soledad de la noche, Lena dejó de pertenecer al reino de la fantasía. Ahora, en mis manos, o yo en las suyas, no tenemos más remedio que sumergirnos en el mundo de la realidad y del absurdo.
Apenas una semana de vida, y el inocente juguete ya era uno de nosotros. Con la inocencia que se la supone, abre los ojos a cada día y comienza a preguntar como quien quisiera compendiar todo el saber de la humanidad. Quizá aún no se ha dado cuenta de que ya jamás podrá abstraerse de cuanto le rodea. Unas horas solamente para tomar decisiones que marcarán para siempre su existencia: ¿Blanco o negro? ¿ Real Madrid o París Saint Germain? ¿Rojo o azul? ¿Cine o televisión? ¿Poesía o prosa?
De todos modos, habrá decisiones que, "afortunadamente", otras personas habrán tomado por ella. Puede que no le importe que el tabaco suba - las muñecas coquetas no fuman -, la luz baje, el correo suba, bajen las tarifas internacionales de teléfono, el paro suba o baje (según las autonomías o las fuentes estadísticas), las temperaturas suban y bajen a su antojo y el euro suba respecto al dólar.
Porque el que suba el tabaco o el alcohol, a Lena no le importa, pero se dará cuenta de que existen otras muchas cosas que suben o bajan, sobre todo a comienzo de año, como las temperaturas; pero tampoco podrá hacer demasiado para que cambien y las dejará pasear a su antojo, no sin antes quejarse desde la coquetería que la identifica. En el pasado se hacían rogativas a San Isidro, pero refugiada en los atardeceres del Valle Amblés, Lena me confió que no le importaba demasiado el santoral.
Por lo demás, tampoco le importará el que las tarifas telefónicas suban o bajen. Antes de llamar a la tía de Buenos Aires, hará mejor en apelar a cualquier programa de la nueva televisión y se la pondrán en casa de forma gratuíta, como las lavadoras.
Lena querrá ser como Mary Poppins para entrar en todos los mundos posibles y, para sorpresa de todos los mortales, cuando lea "El gato con botas", jamás se preguntará cómo es posible que un gato haga la fortuna de un hombre.
La avalancha de preguntas, de aquellas que pertenecen al mundo de "nuestra razón", se sucederá de modo irrefrenable: ¿ Ciencias o letras?, ¿Viajar o invernar?, ¿Coser o cantar?, ¿Guapo o inteligente?, ¿Noches de luna llena o días de sol radiante?, ¿El mar o la montaña?, ¿Norte o sur?, ¿Virgen o mártir?, ¿Soñar dormida o despierta?, ¿Ahorrar o invertir?, ¿Creer o desistir?, ¿Crecer o pisar?, ¿Posar o crear?, ¿Reír o llorar?, ¿Amar o desear?, ¿Vivir o volar?, ¿Valor o virtud? …
Y, entre sus ojos de esmeralda, puede que desentrañe alguna lágrima o una mirada que en manos de Becquer valiera un mundo; o tal vez, harta de esperar, por entre dos tímidos colmillos, su boca sonrosada pronuncie: Y tú, ¿Subes o bajas? ¿Eh?
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