Es otra mis intervenciones en el blog Deseducativos (tenéis el enlace ahí al lado).
Vaya, parece que nos vamos poniendo de acuerdo. Ahora es cuando podemos remitirnos, sin que nos insulten por ello, a aquellos comentarios en que decíamos que de nada sirve pasarse el día entre la palabrería si no se pasa a la acción. También podemos recuperar otros en que apuntábamos que no sirve de nada echar balones fuera, culpar a equipos, a inspectores, a ministros y a leyes si no se da un paso más allá de foros y debates.
Porque si, como algunos dicen, estuviésemos en épocas inquisitoriales, en medio de un gulag, en campos de concentración, vigilados día y noche, sometidos sin remedio, acosados por alumnos y administraciones y no hacemos nada, en algo estamos fallando. O todo es una sarta de barbaridades producto del inconformismo o la bilis, o hay demasiado masoquismo en la profesión.
Si hemos convertido nuestras preocupaciones en una charla de barra de bar y no salimos de ahí, ¿qué esperamos?, ¿que vengan los trabajadores forestales o las costureras a solucionar nuestros problemas?
Pero ¿qué es lo que ocurre cuando alguien intenta dar un paso? Ayer mismo se convocaba una protesta de estudiantes en La Coruña para denunciar los recortes de las administraciones en educación. ¿Cuántos asistieron? Sí, solamente un estudiante, el convocante. Si no fuera por lo trágico del asunto sería para partirse de risa. Pues eso mismo ocurre en nuestra profesión, que cada uno se preocupa de salvar su culo. Si los interinos tienen problemas, ellos se los solucionen; si son los provisionales, tanto de lo mismo; si no se reconocen los sexenios, allá a quien le afecte; si los nuevos compañeros no disponen de Muface, no es mi problema, y así un largo etcétera.
Por tanto, ya no vale culpar al empedrado; nuestros problemas son nuestros y de nadie más, y solo desde esa convicción y de que solo nosotros podemos solucionarlos es factible dar algún paso más allá de sermones más o menos elaborados. ¿Pero cómo avanzar si todos consideramos ser los mejores profesores del mundo y que la razón nos asiste en todo momento?, ¿Cómo intentar un mínimo avance si por decir que es preciso empatizar con el alumnado te llaman pederasta tus propios compañeros?, ¿Qué propuestas puede hacer alguien que no acepta otras opiniones; y no solo eso, sino que responde con insultos y descalificaciones?, ¿Ese es el camino que se propone? ¡Apaga y vámonos!
¿Qué esperan estos adalides, que hagamos como el estudiante gallego? Claro, para que, mientras ellos salvan el tipo, los demás nos quedemos solos y encima nos digan: mira que pardillo, con lo bien que se está aquí al calorcito del sueldo y viendo la vida pasar. Pues eso. Demasiado poco nos pasa.
Vaya, parece que nos vamos poniendo de acuerdo. Ahora es cuando podemos remitirnos, sin que nos insulten por ello, a aquellos comentarios en que decíamos que de nada sirve pasarse el día entre la palabrería si no se pasa a la acción. También podemos recuperar otros en que apuntábamos que no sirve de nada echar balones fuera, culpar a equipos, a inspectores, a ministros y a leyes si no se da un paso más allá de foros y debates.
Porque si, como algunos dicen, estuviésemos en épocas inquisitoriales, en medio de un gulag, en campos de concentración, vigilados día y noche, sometidos sin remedio, acosados por alumnos y administraciones y no hacemos nada, en algo estamos fallando. O todo es una sarta de barbaridades producto del inconformismo o la bilis, o hay demasiado masoquismo en la profesión.
Si hemos convertido nuestras preocupaciones en una charla de barra de bar y no salimos de ahí, ¿qué esperamos?, ¿que vengan los trabajadores forestales o las costureras a solucionar nuestros problemas?
Pero ¿qué es lo que ocurre cuando alguien intenta dar un paso? Ayer mismo se convocaba una protesta de estudiantes en La Coruña para denunciar los recortes de las administraciones en educación. ¿Cuántos asistieron? Sí, solamente un estudiante, el convocante. Si no fuera por lo trágico del asunto sería para partirse de risa. Pues eso mismo ocurre en nuestra profesión, que cada uno se preocupa de salvar su culo. Si los interinos tienen problemas, ellos se los solucionen; si son los provisionales, tanto de lo mismo; si no se reconocen los sexenios, allá a quien le afecte; si los nuevos compañeros no disponen de Muface, no es mi problema, y así un largo etcétera.
Por tanto, ya no vale culpar al empedrado; nuestros problemas son nuestros y de nadie más, y solo desde esa convicción y de que solo nosotros podemos solucionarlos es factible dar algún paso más allá de sermones más o menos elaborados. ¿Pero cómo avanzar si todos consideramos ser los mejores profesores del mundo y que la razón nos asiste en todo momento?, ¿Cómo intentar un mínimo avance si por decir que es preciso empatizar con el alumnado te llaman pederasta tus propios compañeros?, ¿Qué propuestas puede hacer alguien que no acepta otras opiniones; y no solo eso, sino que responde con insultos y descalificaciones?, ¿Ese es el camino que se propone? ¡Apaga y vámonos!
¿Qué esperan estos adalides, que hagamos como el estudiante gallego? Claro, para que, mientras ellos salvan el tipo, los demás nos quedemos solos y encima nos digan: mira que pardillo, con lo bien que se está aquí al calorcito del sueldo y viendo la vida pasar. Pues eso. Demasiado poco nos pasa.
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