Desgraciadamente es así, el índice de fracaso escolar se mantiene e incluso aumenta. Y estoy de acuerdo en que debemos tomarnos en serio las propuestas de mejora, eso que se pone al final de las memorias pero que no siempre se retoma en el curso siguiente.
Hace tiempo que venimos exigiendo un cambio, que todos considereamos muy necesario, en el sistema. Y en ello estamos desde hace, ya, décadas, y ningún gobierno ha sido capaz de proponer y poner en práctica algo interesante. Nada nos hace presumir que esta dinámica de gobierno nuevo/ley de educación nueva/todo sigue igual, vaya cambiar en breve. Y menos, si todo lo que se nos ocurre es pelearnos por decidir quien tiene menos culpa.
Soy más partidario, sin embargo, en los cambios desde la base. Porque si esperamos a que la clase política solucione el problema educativo- otra cosa es que sea su competencia-, ¡vamos listos!
He insistido mucho en ello, y sobre ello vuelvo: el cambio ha de nacer en el aula, en mi aula, y de ahí en el claustro de profesores, en el consejo escolar...
Pero, ¡Houston, tenemos un problema! ¡A ver qué profesor, que no llega al centro a la hora, que está aquí porque tiene que haber de todo, que " a mí que me dejen vivir", " a mí que no me compliquen con papeleos". " a mí que...", tiene después agallas para exigir al jefe de estudios o al director! Y quienes cumplen, a ver dónde encuentran apoyo para intentar algo de algo en su centro.
Porque abundan los profesores acomodados, resignados, críticos en los blogs y en la barra del bar; pero en el claustro hay unos silencios que se cortan cuando se hacen propuestas o protestas; porque " a ver si voy a ser yo el malo de la película y sacarle las castañas del fuego al compañero", "si los interinos, o los provisionales, o los itinerantes o los de compensatoria,... tienen un problema, que se lo solucionen ellos solitos; yo no voy a hacer huelga por ellos...".
En todo el tiempo que llevo en la enseñanza he conocido pocos profesores verdaderamente indignados, no acomodados, con ganas de mejorar su pequeña parcela y, a partir de ahí, darle una mano de pintura al centro o al claustro o al consejo...Y si, cuando estos pocos indignados se dejan oir en una reunión, el resto calla- pero no otorga-, estamos haciendo un pan con dos tortas. ¿Cómo vamos a cambiar la educación si somos incapaces de cambiar algo mínimo en nuestro entorno? Si no somos capaces de criticar lo que se hace mal, por miedo a que nos contesten con el "Y tú más", no hay manera de avanzar.
Pertenecemos a un cuerpo muy heterogéneo, muy dividido y apático por demás. No hacemos nuestros los problemas de los compañeros: "bastante tengo yo con lo mío"...No nos hemos hecho valer, por esas razones, como cuerpo, a diferencia de los médicos o los abogados. En esto tienen mucho que ver los sindicatos y el papel que, no nos engañemos, todos les hemos dado.
En fin, es un cúmulo de errores que pasan, en todo caso, por cambiar los chips individuales y estar comprometidos con lo que hacemos. Se llega a ser mecánico o frutero por diferentes razones; a ser profesor solo por una: podrías dedicarte a muchas otras tareas, todas mejor remuneradas y con mejor horario, pero prefieres dedicarte a la educación. Y si no, como pasa cada vez más, estás fuera de lugar y por tanto, tu objetivo es acomodarte, resignarte y "ahí me las den todas", que tengo dos meses de vacaciones. ¡Y así nos va!
Los que nos dedicamos a lo que siempre habíamos deseado, no contamos las horas que faltan para el fin de semana o los días para vacaciones, porque tenemos la suerte de estar donde siempre quisimos y, ¡no es lo mismo estar trabajando que de vacaciones!, pero tampoco se está mal. Y eso con todos los problemas y sinsabores que uno se encuentra al cabo del día, que te dejan cara de ogro. Lo que no impide volver al centro al dia sigueinte con el mismo ánimo y las mismas ganas de cambiar, no el mundo, pero sí tu aula. ¡Que no es poco!
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