Se ha abierto la veda y nos van a dar hasta en el carné de identidad. Quien más quien menos está preparando la maleta para disfrutar de unas más que merecidas vacaciones. Las Consejerías “que no descansan” (¿?) aprovechan para sacar las “Órdenes de racionalización del gasto público en los centros docentes”. (No caben más eufemismos en menos espacio).
Sí, efectivamente, traducido sería: recortes en educación.
Y no pasará nada, porque mientras unos preparan su equipaje, otros “conmigo no va esto” miran desde la distancia,- aunque sus hijos estén en paro-, y los más ya se enfundaron la camiseta verde en una especie de lavado de conciencia como cuando das una limosna o entregas ropa “usada” a una ONG.
No estamos indignados, somos resignados; además, con la notable diferencia de “estar” y “ser”. Resignados que se llevan las manos a la cabeza en el pasillo del aula como en la barra del bar; resignados que echaban la culpa a ZP y ahora se comen su voto con patatas; resignados que prefieren ver la película de lejos porque si haces huelga te quitan unos euros de tu nómina; resignados que ven pasar a los mineros por la A-6 como algo ajeno; resignados que durante años, desde la placidez de su sofá, aprovecharon las movilizaciones ajenas para salvar su culo. Resignados, en fin, que ahora ven que les toca a ellos, a sus padres, a sus hijos, a su sueldo, a sus vacaciones. Y aún siguen esperando impasibles que alguien les haga la tarea. Pues no, ahora que cada palo aguante su vela, que se las arreglen para convocarnos este verano y manifestarnos para que sus hijos tengan algún futuro o seguir disfrutando de la paz del inmutable. No, no lo harán. Esperarán a septiembre para regalarnos los oídos con sus quejas, como antes. Eso sí, enfundados en la camiseta verde pero jamás dando la cara. En el pecado llevan la penitencia.
Sí, efectivamente, traducido sería: recortes en educación.
Y no pasará nada, porque mientras unos preparan su equipaje, otros “conmigo no va esto” miran desde la distancia,- aunque sus hijos estén en paro-, y los más ya se enfundaron la camiseta verde en una especie de lavado de conciencia como cuando das una limosna o entregas ropa “usada” a una ONG.
No estamos indignados, somos resignados; además, con la notable diferencia de “estar” y “ser”. Resignados que se llevan las manos a la cabeza en el pasillo del aula como en la barra del bar; resignados que echaban la culpa a ZP y ahora se comen su voto con patatas; resignados que prefieren ver la película de lejos porque si haces huelga te quitan unos euros de tu nómina; resignados que ven pasar a los mineros por la A-6 como algo ajeno; resignados que durante años, desde la placidez de su sofá, aprovecharon las movilizaciones ajenas para salvar su culo. Resignados, en fin, que ahora ven que les toca a ellos, a sus padres, a sus hijos, a su sueldo, a sus vacaciones. Y aún siguen esperando impasibles que alguien les haga la tarea. Pues no, ahora que cada palo aguante su vela, que se las arreglen para convocarnos este verano y manifestarnos para que sus hijos tengan algún futuro o seguir disfrutando de la paz del inmutable. No, no lo harán. Esperarán a septiembre para regalarnos los oídos con sus quejas, como antes. Eso sí, enfundados en la camiseta verde pero jamás dando la cara. En el pecado llevan la penitencia.
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