domingo, 24 de abril de 2011

lo que no se negocia

No, no nos pagan por eso, nos pagan por enseñar. Por eso, tenemos derecho y debemos exigir el poder realizar nuestro trabajo en las mejores condiciones. Tengo que educar, no tengo que aguantar a los alumnos.
Claro que “enseñar” y “educar”, en mi modesta opinión, no se reduce a los contenidos, sean estos raíces cuadradas o subordinadas de relativo. Si no estamos de acuerdo en esto, no vamos a estar de acuerdo en nada más. Lógicamente, los valores en los que debo educar no son los mismos en Educación Infantil que en Bachillerato. A medida que el alumno madura hay “temas” que se deben dar por supuestos, como debe darse por supuesto que en Educación Secundaria ya sabe leer y escribir, aunque sea mucho suponer. ¿Si no sabe leer y escribir de quién es la culpa?, ¿Y si no guarda silencio en clase, de quién es la culpa? ¿Por qué hay grupos que en unas clases están en silencio y en otras no paran de hablar? Y no, no es por miedo…Saben a quien pueden “torear” y a quien no, van a medirte desde el primer día para saber hasta dónde eres capaz de aguantar, Y si llevas un año con ellos y no te dejan dar clase, tenemos un problema.
¿Quién le inculca al niño el hábito de estudiar, de comer a la misma hora o de lavarse los dientes?, ¿quÍen el de escuchar en clase, esforzarse, respetar a los compañeros…?
Bien es cierto que el alumno que en su casa no tiene normas, no va a cumplir las del Centro, ni tampoco las de la “calle”. Ahí aparece el listillo que te dice “no hago caso a mi padre y te lo voy a hacer a tí”. Muy bien, voy al RRI y veo lo que dice sobre faltas de respeto al profesorado, abro un expediente, lo tramita la Comisión de Convivencia y se va a su casita 20 días. Si no funciona me lo dices, pero antes de opinar, es bueno probarlo. “Quien lo probó lo sabe…”
Nunca he dicho que haya que aguantar, sino que la tarea de educar abarca más allá de los contenidos. Y si alguien piensa otra cosa diferente, quizás se ha equivocado de profesión. Las tuercas de los coches no protestan, no interrumpen, no tienen que atarse los cordones ni se hacen pis; los niños sí. Pero eso ya lo sabíamos.
En la Universidad ya damos por supuesto que el alumno sabe atarse los cordones de los zapatos y salir del aula por la puerta y no por la ventana. Entonces sí, es lógico que los contenidos ocupen el 100% de la tarea. En Educación Infantil es otra historia.
¿Cómo voy a explicarle a un chico de 14 años lo que es potencia de una potencia si ese día no ha desayunado? Será más aprovechable para ambos que le dé un vasito de leche y una tostada, ¿no?
Cuando una clase no funciona, sea por lo que fuere, lo que no procede es empeñarse en seguir metiendo contenidos con calzador. Antes solucionaremos los problemas que haya. A nadie se le ocurre reparar el motor de un coche yendo a 140 por la carretera. Paramos, reparamos y continuamos. Siempre vale la pena “perder” una hora o tres días, que todo un curso. Y no hablo de negociar, no; yo no tengo que negociar nada, porque la disciplina, el esfuerzo y el respeto no se negocian.

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