Existe una máxima que, desde que vivimos en democracia, se cumple inexorablemente: cada ministro de educación hace bueno a su predecesor.
Vaya por delante, el afán que profesan por inventarse leyes, a ser posible bautizadas con su propio nombre. Además, tenemos que añadir la sarta de ocurrencias que unos y otros nos regalan en un asunto demasiado importante para dejarlo en manos tan inexpertas.
Si es una nueva Ley de Educación lo que nos proponen, se enredan en banales discusiones sobre la religión (la iglesia se hace presente en cuanto se abre el debate, no vaya a ser que pierda su parte del pastel), y dedican días y noches – es un decir-, a deliberar sobre materias nuevas, tan necesarias para unos y tan “adoctrinadoras” para otros. A eso, a ese ir a ningún lado para regalarnos un nuevo “parto de los montes”, lo llaman “consenso”, cuando desconocen el estado lamentable de muchos centros educativos, la precariedad laboral de un buen número de docentes, congelan – en el mejor de los casos- el sueldo del profesorado que dicen apoyar y provocan cambios en el sistema para dejarlo- también en el mejor de los casos-, en su estado inicial.
En apenas un mes el Sr. Wert nos ha vendido unas cuentas ocurrencias que nos invitan a añorar al Sr. Gabilondo. Como no parece que entre sus objetivos se encuentre la creación de una nueva ley, se dedica a criticar unos textos- que no son tales- sobre Educación para la Ciudadanía, razón suficiente para inventarse una materia que no “adoctrine” y que ha denominado: “Educación Cívica y Constitucional”. Si verdaderamente pretendía evitar el “adoctrinamiento” en los centros, le hubiera bastado con sacar de ellos la asignatura de Religión.
Por si fuera poco este despropósito, y para evitar el fracaso escolar, eliminará un curso de Educación Secundaria para añadirlo a Bachillerato, olvidando quizás que la educación es obligatoria hasta los 16 años, con los inconvenientes que esto genera. A lo que hay que añadir el conflicto que se presentará al tratarse de un curso que entraría dentro de los conciertos educativos, a menos- no quiero ser mal pensado- que el Sr. Ministro pretenda concertar todo el Bachillerato. Nada sorprendente a juzgar por cómo se las gastan en esto de la Educación en Comunidades como Madrid, Valencia o Castilla-La Mancha.
¡Si en un mes nos ha regalado tanta sapiencia, no quiero ni imaginar lo que nos espera en los próximos cuatro años!
Vaya por delante, el afán que profesan por inventarse leyes, a ser posible bautizadas con su propio nombre. Además, tenemos que añadir la sarta de ocurrencias que unos y otros nos regalan en un asunto demasiado importante para dejarlo en manos tan inexpertas.
Si es una nueva Ley de Educación lo que nos proponen, se enredan en banales discusiones sobre la religión (la iglesia se hace presente en cuanto se abre el debate, no vaya a ser que pierda su parte del pastel), y dedican días y noches – es un decir-, a deliberar sobre materias nuevas, tan necesarias para unos y tan “adoctrinadoras” para otros. A eso, a ese ir a ningún lado para regalarnos un nuevo “parto de los montes”, lo llaman “consenso”, cuando desconocen el estado lamentable de muchos centros educativos, la precariedad laboral de un buen número de docentes, congelan – en el mejor de los casos- el sueldo del profesorado que dicen apoyar y provocan cambios en el sistema para dejarlo- también en el mejor de los casos-, en su estado inicial.
En apenas un mes el Sr. Wert nos ha vendido unas cuentas ocurrencias que nos invitan a añorar al Sr. Gabilondo. Como no parece que entre sus objetivos se encuentre la creación de una nueva ley, se dedica a criticar unos textos- que no son tales- sobre Educación para la Ciudadanía, razón suficiente para inventarse una materia que no “adoctrine” y que ha denominado: “Educación Cívica y Constitucional”. Si verdaderamente pretendía evitar el “adoctrinamiento” en los centros, le hubiera bastado con sacar de ellos la asignatura de Religión.
Por si fuera poco este despropósito, y para evitar el fracaso escolar, eliminará un curso de Educación Secundaria para añadirlo a Bachillerato, olvidando quizás que la educación es obligatoria hasta los 16 años, con los inconvenientes que esto genera. A lo que hay que añadir el conflicto que se presentará al tratarse de un curso que entraría dentro de los conciertos educativos, a menos- no quiero ser mal pensado- que el Sr. Ministro pretenda concertar todo el Bachillerato. Nada sorprendente a juzgar por cómo se las gastan en esto de la Educación en Comunidades como Madrid, Valencia o Castilla-La Mancha.
¡Si en un mes nos ha regalado tanta sapiencia, no quiero ni imaginar lo que nos espera en los próximos cuatro años!
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